Crítica
Por: Luis Germán Sierra J.
Coordinador de Actividades Culturales Biblioteca Carlos Gaviria Díaz Universidad de Antioquia
El asunto no es nuevo, dado que casi desde siempre el arte ha dado cuenta, de muchas maneras, de los lugares donde se produce. El campo, la ciudad, los muchos paisajes que significan una identidad. Los vestidos, las comidas, las viviendas, los utensilios, los cafés, las guerras, casi todo es posible verlo por medio del arte de todos los tiempos. Las ciudades y sus centros, desde que ellos existen. La idiosincrasia. En la literatura, en el teatro, en el cine, en la escultura, en la pintura.
En épocas más recientes, la vida de las ciudades se ha visto reflejada en la pintura de manera menos ideal, tal vez. Y tal vez, también, porque las ciudades son cada vez menos ideales, menos apacibles, más turbias y más turbulentas. Sobre todo «nuestras» ciudades. En pintores como Edvard Munch, Ernst Ludwing, Marc Chagall, Otto Dix, George Groz, Antonio López, Antonio Seguí, Manuel Camargo. Tantísimos. El París de Balzac, el Buenos Aires de Borges, el Dublín de Joyce, la Bogotá de Luis Fayad, el México de Carlos Monsiváis, la Moscú de Anna Ajmátova, la Lima de Vargas Llosa. Incluso regiones metáfora, como la Yoknapatawpha de Faulkner, la Macondo de García Márquez, la Comala de Rulfo o la Santa María de Onetti.
Julián Mesa pinta en sus cuadros a la Medellín contemporánea. El pintor dice que le atrae el centro de la ciudad como objetivo de sus pinturas, porque «es el espacio de mayor circulación de personas, ruido, contaminación, recreación, memoria, contemporaneidad, representación simbólica, lugar de anonimato, trabajo, heterogeneidad y servicios». Y el resultado son unos cuadros que retratan la ciudad «de cuerpo entero», hasta con sus buses y sus edificios un tanto destartalados (ambos). Ahí están los tumultos que esperan un bus, los vendedores de casi todo, hasta de ilusiones. La muchedumbre, que puede estar aglomerada en un teatro o presenciando las consecuencias de un accidente en plena calle. O en las dos, simultáneamente. Sus aceras intransitables. El centro de Medellín, amorfo y gritón y sucio. Hay quienes dicen que es el centro más desordenado de entre todas las ciudades del país.
Las pinturas de Julián Mesa, que echan mano de un expresionismo que le viene muy bien, pictóricamente, a este centro de Medellín, muestra claramente el domino de unos recursos técnicos que no dejan dudas de su calidad, de su dominio de la técnica del acrílico y de un colorido casi de carnaval. Este último es un rasgo que distingue a las gentes que retrata. Aunque ellas no pertenecen al trópico precisamente, sí se reconocen por su extroversión y su alegría (tantas veces en el vestir, en la música, en la informalidad de su quehacer cotidiano).
Por: Luisa Fernanda García Gómez
Magister en Historia del Arte
La ciudad, el cotidiano, el movimiento, el anonimato. A través del trabajo de Julián Andrés Mesa Se refleja la mirada del artista que se pregunta por los espacios habitados por multitudes anónimas. Como en el concepto desarrollado por Marc Auge “Lieux-Non Lieux” Lugares – No lugares; estos son los que por el ir y venir de los transeúntes toman vida. Dentro de la obra pictórica de este joven artista; los personajes que sus lienzos capturan, vibran con los colores del trópico, la inexactitud de la brocha, formas que cuentan historias y a su vez dejan relucir la individualidad de estos mismos. Las pinturas de Julián están llenas de narraciones, de historias cotidianas contadas por la mirada infantil y poética del artista; éste nos hace cruzar con su realidad y con la realidad de los que nos cruzamos todos los días.
Por: Andrés Monzón
Fundador Campos de Gutiérrez
Esta exposición demuestra como el artista Julián Mesa logra trasmitir su visión personal sobre nuestra sociedad, al manipular el acrílico de una forma emotiva y, en sus mejores instantes, casi escultórica. Su uso de colores y aplicación del material evoca la técnica de pintores expresionistas europeos de principio del siglo XX y en particular a Ernst Ludwig Kirchner. Esta referencia específica en la historia del arte en nuestro contexto paisa contemporáneo, hace un interesante vínculo entre la Alemania industrial prebélica hasta el período de entreguerras (1938) y lo que vivimos hoy en el caos de nuestro centro urbano en Medellín. El artista, como lo hicieron los expresionistas alemanes, reacciona en contra de las dinámicas positivistas donde todo se rige por ciertos principios prácticos y útiles, y enfatiza su propia visión subjetiva y desasosegada al retratar transeúntes desconocidos que mecánicamente cruzan su camino en lugares urbanos.